15/05/2024
12:30 AM

Víctimas

Elisa M. Pineda

Parece que las acciones violentas se multiplican en las calles, en las ciudades y en el interior de Honduras. Lo vemos a través de las noticias y de las redes sociales digitales y también lo experimentamos cuando circulamos en la vía pública.

¿Será solamente una percepción propia o una realidad? La pregunta es válida; sin embargo, cuando la percepción es compartida por muchas personas, entonces podemos pensar que la preocupación es justificada. Es como si la frustración, la falta de respeto y la ausencia de autoridad que regule el comportamiento de la ciudadanía, hacen una mezcla peligrosa que caldea los ánimos y nos mueve en contra de la convivencia.

Como si se tratara de un juego colectivo, nos dedicamos a señalar quién es víctima y quién victimario/a, como si eso resolviera por sí solo lo que está pasando.

Con frecuencia, encontramos noticias de quienes hacen “justicia” por su propia mano, ante la escasa presencia de quien resguarde el orden público. Se está normalizando, ya poco nos sorprende.

En las conversaciones cotidianas discutimos sobre cualquier demostración pública de violencia, sometemos a un juicio ágil ese tipo de hechos, como una forma de escape.

Está sucediendo en lo cotidiano, pero también pasa en el Hemiciclo Legislativo, allá donde quienes nos representan dan muestra de sus argumentos y de irrespeto a sus pares y hacia el pueblo que observa inquieto. Mal ejemplo.

¿Qué está sucediendo en Honduras? ¿Por qué la violencia parece afianzarse? Y no hablamos del crimen organizado, ese es otro tema, sino de la ciudadanía que parece estar en ebullición permanente, dispuesta a la confrontación constante, a los contestones, a los golpes y a más.

Las nuevas generaciones, especialmente la niñez, está aprendiendo a través de la experiencia que esa forma de vivir es lo normal.

Es urgente prestar atención a este tema desbordante que, de seguir creciendo, se convertirá en una monstruosidad difícil de combatir. La violencia ciudadana nunca debe ser tomada a la ligera.

La impunidad es el mejor fertilizante para que la violencia crezca, sin lugar a duda, como también lo es la pasividad, la indiferencia e incluso la aceptación de que la violencia es una forma de solucionar problemas.

Estamos olvidando el respeto a la dignidad humana, por encima de la situación socio-económica, el género, las diferencias de pensamiento y las creencias de las personas. Estamos acostumbrándonos a vivir en ese desorden que nos afecta a todos, convirtiéndonos en víctimas y victimarios. Nos compete a todos, pongamos un alto, recuperemos la paz y el orden.

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