16/05/2024
01:05 AM

Nasralla, una piedra en el zapato

Renán Martínez

A Salvador Nasralla le han puesto tantas zancadillas desde que saltó al ruedo de la política que, pese a su probada popularidad, no le han permitido alcanzar su máxima aspiración: ser presidente de Honduras. Pero este político, criticado por su inestabilidad y falta de control emocional, se muestra siempre con la testa erguida y mirando con sus ojos bien abiertos a sus detractores que no conciben que un animador de concursos de belleza tenga el privilegio de ostentar la banda presidencial. Muchos, o tal vez pocos, no lo ven como a un ingeniero industrial con máster en Administración de Empresas capaz de gobernar a la nación, sino como el presentador de la televisión hondureña que baila en pantalones chingos cuando anima sus programas televisivos. Desde los 14 años se dedicó al periodismo radial. También hizo estudios de teatro y televisión que le permitieron desarrollar un trabajo diferente “cuando algunos periodistas ni siquiera sabían mirar a las cámaras”, según declaró en una entrevista que le hice a principios de su carrera política. “También estoy preparado para conducir el país como triunfador que soy”, ha dicho el primer hombre en Honduras que se maquilló para la televisión. En Honduras, donde el fútbol es el pan de cada día, Nasralla ha ganado mucha simpatía en el público por su estilo peculiar de narrar un partido y por sus sesudos comentarios sobre diferentes temas relacionados con el balompié. En las elecciones en las que fue candidato presidencial, le pregunté a un jovencito que ejercía el sufragio por primera vez, a quién daría el voto y sin vacilar contestó: a Nasralla. ¿Por qué?, pregunté. Porque es un narrador profesional y va a apoyar el deporte, respondió. La respuesta no me sorprendió, pero esperaba que contestara, “porque sería un presidente honesto”, tomando en cuenta que la bandera del animador ha sido la anticorrupción. El señor de la televisión ha sido muy hábil para formar partidos y hacer alianzas políticas, pero sin mayores beneficios a su favor. Sin duda alguna la última que hizo con el Partido Libre contribuyó al triunfo de la candidata de ese partido Xiomara Castro. También ganó él al ser electo como primer designado presidencial, pero poco a poco fue siendo relegado hasta quedar convertido en una figura decorativa dentro del engranaje gubernamental que domina Manuel Zelaya Rosales. Lo único que le fue concedido dentro de aquella alianza partidaria fue proponer a un militante del naciente PSH para presidente del Congreso Nacional. Entonces propuso al señor Luis Redondo, quien fue electo para el cargo en unos cuestionados comicios parlamentarios. Pero resulta que ahora es ese correligionario suyo, a quien metió en la política, la persona que está boicoteando sus nuevas aspiraciones al rechazar, sin consenso cameral, su renuncia como designado presidencial. Tal imposición nos recuerda el pasaje histórico del asesinato de Julio César a manos de un grupo de senadores, entre los que se encontraba Bruto, senador al que tenía especial cariño y consideración. Para hacer un parangón con aquel hecho remoto, solo faltó que Nasralla, al recibir tal “estocada” exclamara: ¿también tú, Redondo? Tantas trabas deben venir de contendientes políticos para quienes el controvertido líder representa una piedra dentro del zapato que no pueden sacar.